El silo de Almagro se puso en funcionamiento en el año 1968 y, de todos los edificios levantados en Almagro durante el S. XX, es el que tiene un impacto visual más rotundo sin duda alguna, al mismo nivel que las grandes iglesias que se distribuyen por toda la localidad y muy por encima del resto de construcciones.
Pero además de por su formidable contundencia material, la mole del silo es destacable también porque representa y comunica ciertos valores simbólicos indudablemente representativos de la época histórica en que se erigió. Estos valores tienen que ver con la economía, con el intervencionismo estatal en los mercados, no solo en el del trigo, con la política, el totalitarismo y la falta de libertades; incluso con la más elemental de comprar y vender.
Por estas razones y por otras meramente técnicas, el silo es un edificio muy poco versátil, condenado a quedar sin uso cuando acabó la época a la que simboliza y que le dio sentido; de modo que desde que quedó en desuso a finales de la década de los años 70 del pasado siglo, ha permanecido durante 40 años semiabandonado y padeciendo los estragos del tiempo.
En 2017, el Ayuntamiento de Almagro se planteó qué hacer con él, cómo adaptarlo a los nuevos tiempos de manera que fuese útil a los ciudadanos y sin llevar a cabo intervenciones que lo desfiguraran, puesto que para bien o para mal, ha llegado a formar parte del paisaje local. En ese año se llevó a cabo la adaptación del edificio anejo como espacio cultural polivalente, las pinturas de Antonio Laguna que cubren las cuatro fachadas de la torre y su iluminación.
En el año 2020 se da un nuevo paso en la rehabilitación del silo de Almagro con el acceso a la terraza, ofreciendo así la posibilidad de disfrutar de una vista maravillosa y única de nuestra ciudad.