Se trata de una ancestral tradición cuyos orígenes no están concretados documentalmente, aunque los vecinos cuentan que este ritual se basa en la creencia de que fue utilizado por sus antepasados para hacer frente a la pandemia de la peste durante la Edad Media.
A primera hora de la mañana se empieza a recoger el romero que más tarde, al anochecer, será quemado al toque de campana de la iglesia. Entonces, el pueblo se inunda de un intenso olor a romero y de un espeso humo que lo hace invisible, creando así un momento mágico y misterioso.
Hasta hace pocos años, los vecinos dejaban abiertas las puertas y ventanas de sus casas con el fin de que el denso humo circulara por ellas, purificando todo lo que encontraba a su alrededor.