La Borricá es una fiesta tradicional única de Torrenueva, una fiesta de ánimas para rezar por las almas de los fieles de modo que estas logran escapar del purgatorio y llegar al cielo. Cada año un nuevo vecino se convierte en el Abanderado, encargado de hacer “La Promesa” sacando la “bandera de las ánimas” el martes de carnaval. Esta bandera tiene un fondo negro y su centro está decorado por una calavera y dos tibias cruzadas de color amarillo, casi simulando una críptica bandera pirata.
Los documentos conservados de Torrenueva indican que la fiesta tuvo sus orígenes en el año 1694. Los más importantes serían la correspondencia entre el párroco de la localidad y el arzobispado de Toledo, donde el sacerdote pedía que se fundase en su pueblo una Cofradía de Ánimas. Otros documentos, de 1770 y 1794, confirmarían que la Cofradía llegó a existir, aunque hubo de desaparecer en el siglo XIX. Eso no impidió que los vecinos siguieran celebrando esta fiesta de las ánimas año tras año.
El elemento más icónico de la fiesta es la bandera. Existe un documento que dice que una mujer de Torrenueva llamada Doña Leonor Rodríguez ayudó a la confección de un paño, con el que se cubriría el catafalco de la misa de exequias de los cofrades de la Cofradía de la Veracruz. Este paño sería muy similar a la bandera de las ánimas, por lo que se podría establecer una relación que dictaminase aquí su origen. Otras teorías buscan en otras fiestas de ánimas diseños similares al de esta bandera, aunque sin documentación fiable.
En la actualidad, la celebración comienza nueve días antes del martes de Carnaval, cuando el vecino elegido como Abanderado se acerca a la casa del cura párroco para “ratificar” la decisión. Después se lleva la bandera a su propia casa, donde la honra durante nueve días poniéndole luces de lamparillas. Cada día se le reza un novenario, al que acuden familiares, amigos y vecinos, aunque en los últimos años este rezo se hace en la parroquia en lugar de en la casa particular del Abanderado.
El martes de Carnaval es el día de la “Borricá”. El Abanderado coloca, a las 8 de la mañana, la Bandera en un balcón o ventana de su casa, que quedará ondeando hasta las 2 de la tarde. El Abanderado descuelga entonces la bandera y parte en procesión, acompañado de unos jinetes que la besan y de un tamborilero. El Abanderado también monta en un caballo; en la antigüedad era un burro o una mula, hecho que dio nombre a la fiesta.
Jinetes y vecinos se dirigen entonces a la plaza de España, y al llegar se reza un responso frente a la puerta de la Iglesia. Luego la comitiva visita todas las ermitas del pueblo, descansando en la casa del Abanderado donde a todo el que quiera se le invita a una típica “limoná”, con tapas de frutos secos y postres manchegos (rosquillos, ojuelos, sequillos, buñuelos…), ya sean jinetes, vecinos o turistas.
Cuando han pasado las 5 de la tarde, el Abanderado y su familia devuelven la Bandera al párroco junto a un donativo y a aplausos emotivos de todo el vecindario. Este día tan mágico lleno de devoción por los difuntos acabó declarándose Fiesta de Interés Turístico Regional en abril de 2014.