Es otro de los edificios emblemáticos de la ciudad y fue diseñado por Sebastián Rebollar y Muñoz. Fue un lugar al que asistía frecuentemente la burguesía local y disponía de salas como el guardarropa, la biblioteca, el restaurante o distintas salas de juegos. Asimismo, está decorado con pinturas de Ángel Andrade, algunas molduras, lamparás “art-decó” e incluso apliques. Hoy en día, es un centro en el que se puede disfrutar de una gran oferta cultural en pleno paseo del Prado.