Este parador se encuentra ubicado en el primer convento franciscano de Almagro, donado en a principios del siglo XVI por Jerónimo Dávila de la Cueva a su esposa Catalina de Sanabria, la cual le da nombre. Se trata de un claro ejemplo de arquitectura conventual renacentista de la Escuela de Toledo, sencillo como marcan los cánones de la orden franciscana.
Los materiales utilizados para su construcción son el ladrillo, tapial, piedra, madera y está rematado con alicatados de traza mudéjar. El convento sufrió dos ampliaciones en los siglos XVIII y XIX cuando se construyeron nuevas naves idénticas a las primeras y adosaron nuevas capillas a la iglesia, éstas ya claramente barrocas. En estado ruinoso, en 1979 y a lo largo de siete años, se restauró para adaptarlo a parador.