A la ciudad de Almagro llegan los Függer, o Fúcares en castellano, en la primera mitad del siglo XVI, al serles arrendados los Maestrazgos de las Órdenes Militares y la explotación de las minas de mercurio de Almadén por Carlos V, como pago a sus servicios bancarios, comenzando por estas fechas su mecenazgo. Jacobo Függer decide reedificar, con la intención de agradecer a la divinidad los beneficios recibidos, la antigua ermita del Salvador, nombre que mantiene hasta el siglo XVIII ya que en la actualidad se conoce como ermita de San Blas. La inscripción latina de la placa fundacional situada encima del dintel de la puerta, dice lo siguiente:
“Al salvador máximo, cuanto hay y también lo que es de esperar, fuera y dentro de esta capilla, Jacobo Függer y los hijos de sus hermanos dedican como testimonio de piedad y religión. Yo doy, dono y dedico”.