Esta tradicional localidad se sitúa en el llamado “valle mágico” del río Guadalmez, un lugar bello, tranquilo y acogedor. En cuanto a su arquitectura religiosa, destaca la Iglesia Parroquial de San Sebastián, que fue construida en el siglo XV, pero que ha sido reformada en diversas ocasiones. Asimismo, su arquitectura popular está formada por pequeñas viviendas de dos plantas.
Realmente, merece la pena visitar este tranquilo municipio, ya que, además del ambiente festivo, se puede disfrutar de su excelente gastronomía, representada, sobre todo por las gachas dulces, el “guarrillo” y otros singulares platos. Destaca también la tradición de “hacer la baca”, que consiste en ir de tapeo, o participar en la “morcillá”, que se celebra a principios de diciembre. En cualquier caso, se puede apreciar su tranquilidad y la belleza de sus paisajes durante todos los meses del año.
Fuera del municipio, en el campo sobresalen los chozos de pastores, que se utilizaban para protegerse de las condiciones meteorológicas adversas, y el puente de las Arenas, que es una construcción del siglo XIX con seis arcos de medio punto sostenidos por espolones cilíndricos. Además, a unos 7 km de la localidad está el Palacio de Moret, un conjunto de varios edificios y una ermita de la segunda mitad del siglo XIX. Actualmente, es de propiedad privada.
Incluso en las orillas del río Valdeazogues podemos encontrar los cimientos del Castillos de Aznaharón, que pudo ser una fortaleza levantada por los almorávides. Se trata de un enclave defensivo y de control del camino que unía Toledo con Córdoba. Además, en la sierra de La Moraleja se sitúa la cueva del Candil, que contiene restos de pinturas rupestres del Neolítico. Se puede acceder a ellas desde la carretera de Guadalmez hacia Peñalsordo.